La efímera vida de las burbujas de jabón. II



Sin embargo, yo,
no puedo seguir adelante.
Me niego a dejar atrás mi vida,
y me aferro a ella
con la fuerza del pujo de un parto,
para no perderme entre la parafarnalia
de las luces de neón
o las calles siempre bien iluminadas,
donde la tristeza se viste de pordiosera,
mueriendo de frio,
ante la mirada impávida
de las mujeres cubiertas en pieles falsas
procurando aislarse de la realidad.
En el cause del rio,
entre los barcos que desempacan sueños,
vuelan sin rumbo,
y desde ninguna parte,
como una utopía o una ilusión,
las burbujas de jabón,
inocentes a lo que sucede
en el misticismo de esta ciudad,
y vuelan
como los deseos de cumpleaños,
iluminando el cause del rio,
desvaneciéndose, muchas veces,
en la oscuridad de sus aguas.

La efímera vida de las burbujas de jabón. I


Las hojas huyen de las ramas
ya secas de vida,
y a la agonía de los árboles
le sigue la brisa fría
que siempre precede a la muerte.
Suenan las campanas en las torres,
altas y siniestras,
llamando insesantemente
sin prisa ni direccion
a los desamparados con hambre,
queriendo llenarles las barrigas
de mejores tiempos,
de vacuedades.

Mientras, para nosotros los iguales,
los conformes,
las hojas de los árboles siguen huyendo,
marrones y tristes,
y en algún lugar un muchacho hace burbujas de jabón
que sin lugar a dudas, y sin mentirle a tiempo,
explotan...

Analeig

Andas pisando fuerte,
rasgando el aire con esa nariz tuya
que te adorna el rostro
como un mandamiento divino;
andas acariciando infantes…
mirando de frente.
Hoy estás lista para tomar el mundo y,
con el mundo,
a todos los que en el habitamos
y hasta ahora estábamos ajenos
a esa magia tuya
que se derrama de tus tacones traicioneros
mientras te bajas del tren
y de la vida de todos los que te miramos,
anonadados,
alejándote,
quizá no para siempre.