Idem...


Para Gía


La tranquila vacuedad de este lugar
con sus conversaciones supérfluas
y sus sillitas frágiles y verdes,
espanta hasta la náusea.
Me he vuelto de pronto invisible
porque las palomas no me huyen
ni los hombres me miran,
con mi tendencia eterna a caerme
y mi expresión nula en el rostro.
En la distancia aparece, difusa,
tu cabeza de parasoles, risueña, distraída,
trayéndote a ti, colgando del cuello
ayudada por unas alas invisibles
que te hacen flltar, toda tu,
a mas de medio pie de altura
sobre el pavimento que no te merece.
Ahí vienes, reyna, ninfa, mujer,
a llenar el vacío de este lugar,
a hacerle siginificado a las conversaciones,
a imprimirle fuerza a las sillas verdes,
A distraer todas las miradas,
a espantar palomas distraídas,
y a sentarte junto a mi...
que no te merezco ni te conozco,
y a entregarme con una sonrisa y un beso,
la vida que me hace falta.

Regularidad

A mi hijo no nato...
Al igual que los fuegos artificiales
en la noche de cuatro de julio,
que desaparecen en el cielo
tras su luz de ensueño,
desapareció la luz que crecía
en las entrañas de la niebla.
Con un susurro suave
y un dolor desgarrador
se desprendió la estrella,
la más hermosa de su cielo,
precipitándose en caída libre
hacia el cosmos incierto
en la cola de un cometa
que pasaba distraido.
Tuve que dejarla ir,
pequeña, frágil, suave, sin culpas,
ante mi incapacidad
de retenerla de algun modo.
Mientras el tiempo pasa
y en cielo las nubes olvidan
mi vientre y yo lloramos
ante el hijo no nato
que se diluye inocente
en un hilo de sangre.