Para Gía
La tranquila vacuedad de este lugar
con sus conversaciones supérfluas
y sus sillitas frágiles y verdes,
espanta hasta la náusea.
Me he vuelto de pronto invisible
porque las palomas no me huyen
ni los hombres me miran,
con mi tendencia eterna a caerme
y mi expresión nula en el rostro.
En la distancia aparece, difusa,
tu cabeza de parasoles, risueña, distraída,
trayéndote a ti, colgando del cuello
ayudada por unas alas invisibles
que te hacen flltar, toda tu,
a mas de medio pie de altura
sobre el pavimento que no te merece.
Ahí vienes, reyna, ninfa, mujer,
a llenar el vacío de este lugar,
a hacerle siginificado a las conversaciones,
a imprimirle fuerza a las sillas verdes,
A distraer todas las miradas,
a espantar palomas distraídas,
y a sentarte junto a mi...
que no te merezco ni te conozco,
y a entregarme con una sonrisa y un beso,
la vida que me hace falta.