Los ladrillos se colorean,
como un arcoiris solido,
para marcar mis pasos.
Las personas son islas
a una insalvable sonrisa
de distancia,
y yo,
como si siempre
hubiera estado aqui,
me dejo licuar
entre las multitudes
y el tren,
con mis lentes oscuros,
que disimulan la calidez
prohibida por decreto,
y mi cuarderno en la mano
cargado de historias
por contar.